miércoles, 11 de enero de 2012

CLXXI. Current 93 | Black Ships Ate The Sky



















Black Ships Ate The Sky
©Durtro Jnana. UK, 2006.


Ya puedes tenerte por un bragado y poderoso matador de discos. Si se abre el chiquero y lo que sale es un pedazo morlaco de la ganadería Current 93, encomiéndate a Pedro Romero y a Joselito el Gallo, porque es muy probable que te den los tres avisos, el bicho se te escape vivo, encampanado y desafiante, y no hayas podido pegarle más que un par de mantazos, huyendo. Ni picadores ni banderilleros te servirán de nada. Como no entables una cierta complicidad con el bicho, a base de mimetizarte con él en lo que dure la faena de la escucha, vas apañado.

Si su voluminoso ¡¡"grandes éxitos"?? ("Judas as Black Moth") hacía a nuestro hombre más asequible que nunca, enfantizando sus momentos más "pastorales", aquí volvemos a las andadas. Perdida en la noche de los tiempos la fascinación por Aleister Crowley (¿o no?), Tibet es un predicador terrible que nos acongoja con la inminencia del Apocalipsis. Si tendía, en discos recientes, a un sonido más remansado y neofolkie, más ajeno al mundo de su eterno compadre Steven Stapleton (Nurse With Bound), aquí reaparece el gótico más tenebrista.

Tibet está convencido de que el segundo advenimiento de Cristo traerá una era arcádica, pero se recrea en el preludio terrible a tamaña bendición. Por cada rincón del disco, las fuerzas diabólicas y las ovejas negras combaten sin tregua con ángeles belicosos del Antiguo Testamento. A modo de paréntesis, hasta en ocho versiones distintas, las palabras hermosísimas de un poema del siglo XVIII (Idumea) cobran distintos y ambiguos sentidos (siendo las mismas) en función de lo que con ellas hacen el vocalista invitado y los arreglistas. Brilla sobremanera Marc Almond y cumplen con más discreción Antony (muchacho, ¿no te estás pasando con tanta ubicuidad?) o Bonnie 'Prince' Billy (idéntica duda, aunque el bueno de Oldham ya nos tiene más acostumbrados a ser el perejil de infinitos guisos).

El incontinente Mr. Tibet, din duda imbuido del carácter de mandato divino que hay en su prédica, nos endosa casi ochenta minutos de delirio, acción trepidante, remansos e infiernos en la tierra. Dado su ritmo de producción, reincidirá, sin que paeen mucho más meses, y seguirá aumentando su núcleo de incondicionales.

No es convencional, no es amable y no es acogedor, pero el mundo de David Tibet, extraordinario autor de textos alucinados/alucinantes, guarda recompensa, precisamente, para quienes conceden un generoso plus de respetabilidad a los artistas que no han surgido de ningún molde conocido, y que a nadie se parecen. En ese sentido, el caballero que se esconde tras el seudónimo Current 93 es un portento.

Khurcius




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